En charla con Angelina Muñiz-Huberman

Yo empecé a estudiar en la Facultad de Filosofía y Letras en 1955. Supe muy temprano de la literatura comparada, siendo estudiante de la carrera de letras españolas. Hacia 1957, en una clase de literatura inglesa impartida por Margarita Quijano, escuché por primera vez la existencia de una especialidad llamada literatura comparada. De inmediato me sentí atraída por ese enfoque de los estudios literarios. Un par de años más tarde Margarita Quijano (1959-60) me apoyó para concursar por una beca de la embajada de Estados Unidos. Propuse un estudio sobre Herman Melville y lo sagrado para un doctorado en City University of New York. A pesar de que concluí mi investigación nunca fue publicada. Al regresar de mis estudios doctorales comencé a impartir clases e investigar en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Gracias a Oscar Zorrilla y a José Pascual Buxó volví a retomar mi interés por la literatura comparada. En ese entonces, iba a concursar por oposición para un medio tiempo en la Facultad y lo pedí para literatura comparada. A partir de ese momento inicié una ardua labor de investigación sobre diversas metodologías y enfoques teóricos comparatistas. Hubo mucha discusión durante mi examen, pero finalmente obtuve esa cátedra por oposición, la primera de esta área, en la Facultad de Filosofía y Letras en 1975. Posteriormente establecí contacto con profesores de otras literaturas (inglesa, francesa, alemana, etc.) bajo la tutela de Oscar Zorrilla. Fue así que empezamos a tener reuniones para planear la creación de una especialidad en literatura comparada. Nuestro primer grupo de estudio estaba compuesto por Federico Patán, Cecilia Tercero, Dietrich Rall, Flora Botton y Oscar Zorrilla. Durante los años siguiente tuvimos fructíferas reuniones de trabajo. Finalmente asistimos grupalmente en 1982 al décimo Congreso Internacional de Literatura Comparada de New York University. Además de nuestra participación en las mesas del congreso, hablamos con los principales profesores de comparatística asistentes al evento. También conocimos a Luz Aurora Pimentel que estaba realizando estudios de posgrado en literatura comparada en la Universidad de Harvard.

En 1989 preparé las Notas de investigación sobre literatura comparada, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. En ese texto introduje los estudios de semiótica de Yuri Lotman y la Escuela de Tartu. También incluí las teorías de Frye y Fletcher. Todas estas propuestas permitían comparar expresiones literarias con cine, teatro y artes visuales. Estos estudios ampliaron mucho el panorama de la comparatística en la década de los 70 y consideré fundamental reunirlas en ese ensayo para contar con un material introductorio a la comparatística para nuestros estudiantes. En los cursos de teoría literaria del posgrado en letras de aquella época se introducían estas temáticas. Sin embargo, habría que actualizar ese estudio. Después de esos análisis seminales mucho se ha escrito al respecto y nuevas perspectivas, tanto metodológicas como críticas, siguen surgiendo cada año; como, por ejemplo, el caso de los análisis sobre la écfrasis. Por otra parte, también trataba de orientar mis clases de licenciatura hacia el comparatismo. Daba un curso de literatura donde confrontábamos la literatura isabelina y la literatura del siglo de oro. Específicamente el tema de la melancolía no sólo en Hamlet y en la Vida es sueño, sino también en la pintura de Durero. Me parece que este tipo de ejemplos abundan en el arte. Si bien no se trataba de cursos teóricos, este tipo de ejercicios era una forma de acercar a los alumnos a la literatura comparada. A través de diferentes propuestas enfatizaba que esta área de los estudios literarios permite descubrir lo que nos hace diferentes, nos mete dentro del campo de la tolerancia y de la otredad. Creo que en eso consiste precisamente la actualidad de la literatura comparada. Gracias a este tipo de enfoque se abren muchas posibilidades. Entre otras cosas permite descubrir el diálogo, no siempre evidente, que distintas obras establecen entre sí. Siempre consideré apasionante descubrir esas conexiones. En esta primera etapa era evidente que contar con esta especialidad en nuestra Facultad posibilitaría, no solamente nuevas vías para la investigación y la docencia, sino que ampliaría los espacios laborales de nuestros egresados. Por todo esto era importante que se empezara a hablar de la literatura comparada en la UNAM y, sobre todo, que se creara una especialidad a nivel posgrado. Sin embargo, debido a problemas de salud no puede continuar con este proyecto. Fue en ese entonces que regresó Luz Aurora Pimentel. Ella retomó las riendas del comparatismo en nuestra Facultad y consolidó la creación del posgrado en literatura comparada. A lo largo de los años he dedicado gran parte de mis investigaciones a este tipo de análisis. El canto del peregrino, Hacia una poética del exilio, El siglo del desencanto, La sombra que cobija son algunos de estos trabajos. Considero que la literatura comparada ocupa un lugar primordial en los estudios universitarios. Pienso que la evolución que está causando el uso de las computadoras e internet (que auspicia la convivencia inmediata y veloz de las diferentes lenguas, así como la creación literaria “prefabricada” e instantánea, la publicación de los libros electrónicos, entre muchas otras cosas) es un nuevo campo a explorar para la literatura comparada Para mí el comparatismo es la teoría y el conocimiento literarios del presente.